SOY CONSERVADOR

Por José Manuel Roca
Lo asumo: soy conservador, quizá a mi edad ya no pueda ser otra cosa en ciertos asuntos importantes, por ejemplo, en lo relativo a la lucha de clases, término que tiene mala prensa: parece viejo, porque da la impresión de que, en una sociedad de clases medias (ojo con el término), no hay clases ni lucha.

En primer lugar porque a la derecha, de aquí y de fuera de aquí, siempre le ha interesado eludir o vilipendiar este término que descubre las falacias de su discurso. Pero esto lo doy por sabido.


En segundo, porque han pasado a primer plano otro tipo de luchas, culturales o identitarias, que expresan otros desequilibrios sociales, otras desigualdades, a veces magnificando pequeñas diferencias para establecer una identidad, en una era en que se busca la identidad de manera compulsiva y donde la victimización y la pertenencia a un grupo minoritario sirven muy bien a ese objetivo. No hay nada mejor que declarar la pertenencia a una minoría, real o presuntamente oprimida, para recibir apoyos de gente solidaria y, desde luego, para creer que se poseen la verdad y la razón sin más discusión. No digo todos, pero sí muchos de estos discursos identitarios son discursos blindados.

En tercer lugar, porque, para amplias capas de la población trabajadora, y sobre todo para las clases subalternas, el ejercicio de la profesión (el oficio) ha perdido importancia en la vida de los individuos. Antes, ser minero, metalúrgico, tipógrafo o ferroviario, profesiones que pasaban de padres a hijos, eran afirmaciones de identidad, casi títulos nobiliarios en el mundo del trabajo por todo lo que tenían detrás, producto, naturalmente, de la lucha de clases. Hoy eso es impensable no sólo porque los puestos de trabajo no se conservan tanto tiempo, sino porque la producción se ha transformado (las cambios técnicos son muy rápidos) o simplemente ha desaparecido (seguramente habrá metalúrgicos o trabajadores de astilleros en China, pero no en Avilés o en Sestao).

En el mismo sentido hay que indicar que, aunque ha mejorado la educación o la instrucción de las clases subalternas, que ha mejorado la enseñanza, que muchos hijos de obreros tienen estudios universitarios o cualificación profesional, ésta no siempre coincide con el ejercicio de la correspondiente profesión. Cualificación académica y ejercicio laboral profesional no coinciden. A muchos jóvenes tener estudios no les evita tenerse que emplear de camareros, repartidores de pizzas, reponedores o cajeros en un super. Y a otros, tener que aceptar multitud de trabajos diversos les impide adquirir la experiencia en una sola profesión que antes se conseguía con la estabilidad en el empleo. Así, muchos viven durante bastante tiempo de las presuntas ayudas a la formación y ejercen de becarios en un sitio y otro, y a otros les ocurre lo mismo contrato tras contrato (basura, of course), pero becario y precario no son profesiones aunque sí estadios de la vida cada vez más largos. O parado (de larga duración, ¡vaya!).

En el otro extremo, los que quieren definirse por la profesión y rentabilizar la cualificación académica, los más preparados y afortunados se ven sometidos a un reciclaje permanente a base de masters, cursos, seminarios e idiomas, para mantenerse en la onda de los salarios altos, o medianamente altos, y los empleos estables.

Pero con todo ello, las desigualdades sociales, las diferencias de renta y de lugar en la jerarquía social (no sólo en el campo productivo) permanecen por debajo de las profesiones o de la carencia de ellas. Desde los años setenta hacia acá, en las sociedades avanzadas (EE.UU. Europa…), sociedades de clases medias, es donde las clases medias han perdido importancia social y poder adquisitivo; se han acentuado las diferencias entre los que tienen más y los que tienen menos y la polarización económica ha debilitado los estratos medio y bajo de las clases medias, caso notable en los EE.UU. La revolución conservadora y la aplicación práctica de las doctrinas neoliberales tenían ese objetivo. Y las medidas para salir de la recesión van a acentuar aún más las diferencias sociales.

Lo cual no es casual; y vamos con <la lucha>. Dos no luchan si uno no quiere ...y se deja pegar; lo cual no quiere decir que el que quiere luchar renuncie a obtener lo que desea, pero sin lucha. Si pide y se lo entregan sin resistencia, o con una resistencia testimonial, pues estupendo. Eso es lo que ha estado ocurriendo en el mundo durante los últimos 30 años, no sólo en el tercer mundo, también en el primero. Eso no es lucha de clases, claro; es rapiña de clase, con argucias ideológicas y poca resistencia de los que se han dejado expoliar. Lo cual no quiere decir que no haya oposiciones de clase, grupos sociales con intereses no coincidentes, o aún antagónicos, sino que hay unos muy listos que se las han arreglado muy bien para que los otros, la amplia mayoría de la población laboral, haya ido renunciando, a partir de los años 80, a las mejoras obtenidas desde el fin de la II guerra mundial (es la llamada crisis del Estado del bienestar y su corrección, que ha sido su merma).

Vicens Navarro señala en uno de sus escritos que la clase burguesa más poderosa de la historia (la norteamericana) es una clase invisible, no porque haya renunciado a perseguir sus intereses, sino porque lo consigue sin que se perciban sus intenciones. Chomsky indica que esta clase ha conseguido presentar sus particulares intereses como los intereses generales de todo el país y hacer ver los intereses de todos los demás (trabajadores, parados, emigrantes, enfermos, jubilados, etc,) como intereses particulares y, por lo tanto, contrarios al interés general, nacional, cuya representación esa clase se arroga en exclusiva. Cosas de la hegemonía, que diría Gramsci. Esta clase, esta burguesía americana, junto con las de otros países, no ha cejado en perseguir sus intereses y ha utilizado todas las instituciones nacionales e internacionales para conseguirlo. Esta clase, que niega la lucha de clases, no ha dejado de luchar como clase contra otros estratos sociales para conseguir lo que desea.

Con la convocatoria de la huelga general europea, lo que se plantea es la respuesta de los <damnificados> a la agresiva política de clase emprendida internacionalmente por los más ricos del planeta contra todos los que en su vida dependen de un salario. Es un llamamiento a los trabajadores de todo tipo para olvidar, por un día, las pequeñas o grandes diferencias identitarias y culturales, y dar una respuesta unitaria y coordinada a la clase social más poderosa y depredadora de la historia.

No sé si este es un punto de vista conservador o es que soy muy viejo; o ambas cosas.

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