EL DÍA DE LA CONSTITUCIÓN MUTILADA


José Manuel Roca

En un ambiente de pesimismo y con más pena que gloria se ha celebrado el 34º aniversario del referéndum constitucional. La habitual jornada de puerta abiertas del Congreso, en la que el presidente del Congreso y otros diputados recibían la visita de los ciudadanos, ha sido suspendida alegando la ejecución de unas obras pero, en verdad, detrás de la decisión está la mala conciencia del Gobierno, que temía que algún visitante espetase lo que piensa a sus señorías, en particular a quienes apoyan sus antipopulares medidas, o que algunos o muchos visitantes decidieran no salir de la cámara baja una vez que estaban dentro y okuparan el templo de la democracia ante la impotencia de sus sacristanes.
La visita se ha derivado hacia esa cámara inútil pero onerosa, que es el Senado, donde Gobierno atendió a los invitados en el Salón de los Pasos Perdidos (de las ideas agotadas, de las promesas incumplidas y de los proyectos extraviados). La medida está a tono con el clima imperante: el Congreso sigue rodeado de vallas para mostrar con ese ampliable perímetro de seguridad el temor del Gobierno respecto al pueblo soberano, y dentro de la cámara el presidente sigue ausente, el debate orillado, el diálogo rechazado y el Ejecutivo sigue utilizando el decreto como forma preferente para gobernar. Signos de los tiempos. 

Rajoy ha dicho que la Constitución no se toca. Cumple órdenes; Aznar la congeló hace años. El texto está formalmente hibernado, pero cada semana se derogan artículos a golpe de decreto; cada semana se mutilan un poco más los derechos de los ciudadanos. A este paso, cuando acabe la legislatura la Constitución ocupará un par de folios y tendrá como preámbulo la modificación del artículo 135, que dice: Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta.

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